martes, 25 de septiembre de 2012



Elisa Brown

Elisa nació el 31 de octubre de 1810 en Inglaterra, donde Guillermo Brown había contraído matrimonio con Elizabeth Chitty el año anterior. Poco después su familia dejó Inglaterra para establecerse definitivamente en Buenos Aires, donde en poco tiempo Brown se convirtió en líder de la naciente Armada Argentina.
En 1826 se sumó a la flotilla dirigida por su padre el joven marino británico Francisco Drummond, quien pronto se comprometió en matrimonio con Elisa Brown, en ese entonces de sólo diecisiete años de edad. En esos momentos la República Argentina se encontraba en guerra con el Imperio de Brasil, cuya flota, muy superior en número y poder de fuego bloqueaba el Río de La Plata.
En la jornada del 7 de abril de 1827, el primer día de la Batalla de Monte Santiago, Drummond, que se encontraba al mando del Bergantín Independencia, fue herido por un disparo que le voló una oreja.
El 8 de abril de 1827, segundo día de la batalla, tras 48 horas de combate, el Independencia había perdido a la mitad de su dotación entre muertos y heridos, tenía ya buena parte de sus cañones fuera de combate mientras que los restantes estaban prácticamente inutilizables y carecía por completo de munición, por lo que Brown ordenó a Drummond a las 16:00 horas que evacuara y diera fuego al casco del buque, pero no obstante su tripulación se resistió a abandonar el navio y Drummond decidió acompañar la decisión.
Drummond dejó al mando al teniente Roberto Ford y partió con el único bote aún disponible a buscar municiones en los otros buques. Lo acompañó su segundo Shannon, dado que él estaba herido y no sabia si lo acompañarían las fuerzas. Siempre bajo fuego enemigo, fue primero hasta el Bergantín República pero en este apenas quedaba munición, por lo que siguió bajo fuego hasta la Goleta Sarandí, al mando de su amigo el capitán John Halsted Coe, pero apenas pisó la cubierta, el impacto directo de una bala de cañón de a 24 le dio en el costado derecho, a la altura del fémur, hiriéndolo de muerte.1 Murió a las diez de la noche, tras tres horas de agonía.
El día 9 de abril a las tres y media de la madrugada, la Goleta Sarandí pudo finalmente arribar al puerto de Buenos Aires transportando a los sobrevivientes y el cuerpo de Drummond. Francisco Drummond fue velado en la Comandancia de Marina y con el pesar de todo Buenos Aires fue enterrado en el Pequeño Cementerio del Socorro.
Ante la tragedia, la joven Elisa enloqueció. El 27 de diciembre de ese mismo año, ocho meses después de la muerte de su prometido, a las 05:30 p.m. según una carta escrita por Juan Ramón Balcarce, fue a bañarse en el Canal de las Balizas del río en compañía de su hermano menor Eduardo y se ahogó en uno de los "pozos", cerca de la quinta de Mateo Reid, amigo del Almirante Brown. Fue enterrada en el Cementerio Británico de Disidentes(1821-1833) de la Iglesia del Socorro junto con Francisco Drummond, pero con posterioridad sus restos fueron trasladados al Cementerio de la Recoleta.
Su padre que estaba embarcado fue notificado del hecho mediante una nota enviada por el Comandante General de la Marina Matías de Irigoyen. Ya había perdido a dos hijos: uno de recién nacido y el otro de dos años de edad. Dicen que su padre nunca se repuso de la tragedia. Guillermo Enrique Hudson contaba haberlo visto muchos años después como un fantasma, vestido de negro y parado en la puerta de su casa, mirando fijamente a la distancia.2
La leyenda convirtió a Elisa en una heroína trágica y a su muerte3 en un suicidio por desdicha. Hoy una plazoleta del barrio porteño de Barracas, (en la intersección de la Avenida Martín García y Ruy Díaz de Guzmán) la recuerda.
En el Panel 43 de la Avenida del Campo (Cementerio Británico de Elcano) se encuentra la placa de mármol. Su leyenda, en inglés dice “Victim of the treacherous wave/This marble o’er thy lowly grave/Thy mournful parents raise/Who whilst they weep thy helpless fate/And early virtues contemplate/Gods dispensations praised”.
El British Packet concluyó el obituario de Eliza con las siguientes palabras: Dios quiera que puedan crecer las violetas en su tumba.
Pedro Ignacio Blomber le dedicó una poesía a tan trágica muerte.
Horacio



miércoles, 19 de septiembre de 2012

Hombre de Pekin





El Hombre de Pekín1 (Homo erectus pekinensis) es una subespecie de Homo erectus propia de China. Su nombre alude a que sus restos fósiles se descubrieron al suroeste de Pekín, en una cueva de la localidad de Zhoukoudian.2 Los restos fueron encontrados entre 1921 y 1937 y datan de hace entre 500 000 y 250 000 años. Es especialmente popular porque en el momento de su descubrimiento fue considerado el primer "eslabón perdido" que justificaba la teoría de la evolución.
El yacimiento de Zhoukoudian fue catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el año 1987.

El descubrimiento

Durante años los habitantes de la zona vendían a los extranjeros toda suerte de dientes de aspecto extraño o antiguo, pretendiendo que eran dientes de dragón, y el azar se presentó cuando uno de estos dientes fue a dar a manos de un científico sueco, quien, al estudiarlo, lo reconoció como perteneciente a un mamífero extinto.
Se pesquisó el origen de ese diente y se estableció que provenía de una cueva de Pekín. Las investigaciones comenzaron en 1921. De acuerdo con el relato posterior de Otto Zdansky, que trabajaba para el geólogo Gohan Anderson, un habitante de la zona llevó a los arqueólogos hasta lo que hoy en día se conoce como la Colina del Hueso del Dragón, un lugar lleno de huesos fosilizados. Zdansky comenzó su propia excavación y finalmente encontró huesos que parecían molares humanos. En 1926 los llevó a la Facultad de Medicina de Pekín, donde el anatomista Davidson Black los analizó. Posteriormente, publicaría su descubrimiento en la revista Nature, con el nombre de Sinanthropus pekinensis (hombre chino de Pekín). Los primeros especímenes de Homo erectus habían sido encontrados en Java en 1891 por Eugène Dubois. El hombre de Java fue inicialmente bautizado como Pithecanthropus erectus pero más tarde fue transferido al género Homo.
La Fundación Rockefeller accedió a patrocinar los trabajos en Zhoukodian. Hacia 1929, los arqueólogos chinos Yang Zhongjian y Pei Wenzhong, y posteriormente Jia Lanpo,3 se hicieron cargo de la excavación. Durante los siguientes siete años desenterraron fósiles de más de cuarenta especímenes de adultos, jóvenes y niños, incluyendo seis bóvedas craneanas casi completas. Se cree que el lugar era un sitio de enterramiento. El paleontólogo Pierre Teilhard de Chardin y el antropólogo Franz Weidenreich también participaron en los descubrimientos.


La desaparición de los huesos

Réplica de los restos de 1929 (actualmente desaparecidos).
Las excavaciones terminaron en julio de 1937, cuando los japoneses ocuparon Pekín durante la Segunda Guerra Sino-japonesa. Los fósiles fueron puestos a salvo en el Laboratorio del Cenozoico de la Facultad de Medicina. En noviembre de 1941, el secretario Hu Chengzi los envió a Estados Unidos para protegerlos de la inminente invasión japonesa. Sin embargo, en el camino hasta la ciudad portuaria de Qinghuangdao, desaparecieron, supuestamente a manos de un grupo de marines que los japoneses habían capturado al comienzo de la guerra con Estados Unidos.
Se intentó encontrar los huesos pero sin resultado. En 1972, el financiero estadounidense Christopher Janus prometió una recompensa de cinco mil dólares a cambio de los cráneos perdidos; una mujer contactó con él pidiendo 500 000 dólares, pero no se volvió a saber más de ella. Janus fue posteriormente acusado de desfalco. En julio de 2005, coincidiendo con el sexagésimo aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno chino estableció una comisión encargada de encontrar los fósiles.
Existen diversas conjeturas sobre qué ocurrió realmente con los huesos, incluyendo la teoría de que se hundieron en el barco japonés Awa Maru.

Cómo era el hombre de Pekín

Debido a la desaparición de los restos fósiles, los investigadores posteriores sólo han podido contar con los moldes y los escritos hechos por los descubridores. Así, se sabe que su capacidad craneana llegaba a los 1075 cc, un 80% respecto de la de Homo sapiens, y que se trataba de un cazador recolector.
El descubrimiento de restos animales junto a los huesos y la evidencia del uso de fuego, para combatir el frío y para cocinar los alimentos, y de herramientas de hueso y madera, fabricadas con otras de piedra, sirvió para apoyar la teoría de que el H. erectus fue la primera especie faber. Los análisis llevaron a la conclusión de que los fósiles de Zhoukoudian y Java pertenecen a la misma etapa de la evolución humana. Este es también el punto de vista oficial del Partido Comunista de China.
Sin embargo, esta interpretación cambió en 1985 cuando Lewis Binford afirmó que el hombre de Pekín no era cazador, sino carroñero. En 1998, el equipo de Steve Weirner en el Instituto Científico Weizmann llegó a la conclusión de que no hay evidencia de que el hombre de Pekín usara el fuego.




Hombre de Java





El hombre de Java (Homo erectus erectus), fue el primer representante de Homo erectus en ser descubierto. Fue encontrado y descrito originalmente en Java por el científico Eugène Dubois quien lo nombró Pithecanthropus erectus. La palabra "pithecantropus" deriva de raíces griegas y significa hombre mono.



Dubois encontró los restos en el lugar de Trinil (Isla de Java) en 1891. El hallazgo consistió de la tapa de una sola calavera. Un año después fueron descubiertos un fémur y dos muelas a dieciséis metros de donde se encontró la tapa de la calavera. Dubois consideró que todas las piezas provenían del mismo individuo y las fechó con una antigüedad de medio millón de años. Sin embargo no reveló, hasta treinta y un años después, que también había encontrado dos calaveras obviamente humanas a 100 km en un yacimiento de fechado dudoso. Esto se considera un fraude por los detractores de la evolución, porque Dubois ocultó información para dar más credibilidad a sus otros descubrimientos. Actualmente sigue habiendo un debate respecto a su edad, pero nuevas pruebas sobre la fauna del mismo estrato marcan que estos craneos (llamados Wadjak 1 y 2) son del Holoceno, lo que los desvincula completamente del Homo erectus.1
En la década de 1930 el paleontólogo alemán Ralpf von Koenigswald obtuvo nuevos fósiles, tanto de Trinil como de nuevas localidades como Sangiran (a unos 75 km),2 y, en 1938 von Koenigswald identificó claramente el magnífico cráneo de Sangiran 17, como "Pithecanthropus".




En 1940 Weidenreich reinterpretó los restos como Homo erectus iavanensis, pero se renombraron definitivamente por Dobzhansky (1944) como Homo erectus erectus.
Tenía una capacidad craneal de unos 940 ml, intermedia entre los 1.200-1.500 del hombre moderno y los 600 ml del gorila. El hombre de Java poseía la porción del cerebro que controla el lenguaje, aunque se ignora si efectivamente hablaba. El cerebro del hombre de Java era mucho más grande y con un mayor número de circunvoluciones que el del cualquiera de los monos primitivos o vivientes, y tenía más características humanas que simiescas. El hombre de Java adulto medía alrededor de 1.70 metros, pesaba cerca de 70 kilogramos y caminaba en posición erecta. Posiblemente se desplazaba en pequeños grupos familiares, vivía en cavernas y cazaba en los bosques. 4
Nuevos métodos de datación sugieren que el Homo erectus de Java es muy anterior a lo previamente establecido, contando con unos 1.8 millones de años de antigüedad.5

martes, 4 de septiembre de 2012

Historia de Elisa Brown



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Elisa Brown

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Elisa nació el 31 de octubre de 1810 en Inglaterra, donde Guillermo Brown había contraído matrimonio con Elizabeth Chitty el año anterior. Poco después su familia dejó Inglaterra para establecerse definitivamente en Buenos Aires, donde en poco tiempo Brown se convirtió en líder de la naciente Armada Argentina.
En 1826 se sumó a la flotilla dirigida por su padre el joven marino británico Francisco Drummond, quien pronto se comprometió en matrimonio con Elisa Brown, en ese entonces de sólo diecisiete años de edad. En esos momentos la República Argentina se encontraba en guerra con el Imperio de Brasil, cuya flota, muy superior en número y poder de fuego bloqueaba el Río de La Plata.
En la jornada del 7 de abril de 1827, el primer día de la Batalla de Monte Santiago, Drummond, que se encontraba al mando del Bergantín Independencia, fue herido por un disparo que le voló una oreja.
El 8 de abril de 1827, segundo día de la batalla, tras 48 horas de combate, el Independencia había perdido a la mitad de su dotación entre muertos y heridos, tenía ya buena parte de sus cañones fuera de combate mientras que los restantes estaban prácticamente inutilizables y carecía por completo de munición, por lo que Brown ordenó a Drummond a las 16:00 horas que evacuara y diera fuego al casco del buque, pero no obstante su tripulación se resistió a abandonar el navio y Drummond decidió acompañar la decisión.
Drummond dejó al mando al teniente Roberto Ford y partió con el único bote aún disponible a buscar municiones en los otros buques. Lo acompañó su segundo Shannon, dado que él estaba herido y no sabia si lo acompañarían las fuerzas. Siempre bajo fuego enemigo, fue primero hasta el Bergantín República pero en este apenas quedaba munición, por lo que siguió bajo fuego hasta la Goleta Sarandí, al mando de su amigo el capitán John Halsted Coe, pero apenas pisó la cubierta, el impacto directo de una bala de cañón de a 24 le dio en el costado derecho, a la altura del fémur, hiriéndolo de muerte.1 Murió a las diez de la noche, tras tres horas de agonía.
El día 9 de abril a las tres y media de la madrugada, la Goleta Sarandí pudo finalmente arribar al puerto de Buenos Aires transportando a los sobrevivientes y el cuerpo de Drummond. Francisco Drummond fue velado en la Comandancia de Marina y con el pesar de todo Buenos Aires fue enterrado en el Pequeño Cementerio del Socorro.
Ante la tragedia, la joven Elisa enloqueció. El 27 de diciembre de ese mismo año, ocho meses después de la muerte de su prometido, a las 05:30 p.m. según una carta escrita por Juan Ramón Balcarce, fue a bañarse en el Canal de las Balizas del río en compañía de su hermano menor Eduardo y se ahogó en uno de los "pozos", cerca de la quinta de Mateo Reid, amigo del Almirante Brown. Fue enterrada en el Cementerio Británico de Disidentes(1821-1833) de la Iglesia del Socorro junto con Francisco Drummond, pero con posterioridad sus restos fueron trasladados al Cementerio de la Recoleta.
Su padre que estaba embarcado fue notificado del hecho mediante una nota enviada por el Comandante General de la Marina Matías de Irigoyen. Ya había perdido a dos hijos: uno de recién nacido y el otro de dos años de edad. Dicen que su padre nunca se repuso de la tragedia. Guillermo Enrique Hudson contaba haberlo visto muchos años después como un fantasma, vestido de negro y parado en la puerta de su casa, mirando fijamente a la distancia.2
La leyenda convirtió a Elisa en una heroína trágica y a su muerte3 en un suicidio por desdicha. Hoy una plazoleta del barrio porteño de Barracas, (en la intersección de la Avenida Martín García y Ruy Díaz de Guzmán) la recuerda.
En el Panel 43 de la Avenida del Campo (Cementerio Británico de Elcano) se encuentra la placa de mármol. Su leyenda, en inglés dice “Victim of the treacherous wave/This marble o’er thy lowly grave/Thy mournful parents raise/Who whilst they weep thy helpless fate/And early virtues contemplate/Gods dispensations praised”.
El British Packet concluyó el obituario de Eliza con las siguientes palabras: Dios quiera que puedan crecer las violetas en su tumba.