Cuando se declaró la
fiebre amarilla en el año 1870 durante la presidencia de Sarmiento como la
Recoleta, hasta ese momento el único cementerio, los difuntos fueron a parar a
un lugar que pasó a llamarse cementerio de la Chacarita. A un costado había una
calle en la cual personas reparaban ollas de cobre y por lo tanto se les
denominó “Los Olleros”.
Calle Olleros
Bromas de Rosas
Autor: Lucio V.
Mansilla
Cierto día Rosas recibe
una carta de siguiente tenor; estimado Rosas, aquí le mando a Bartolomé (Mitre)
ya que el muchachito si bien es muy leido, de campo no sabe nada y como usted
de eso entiende mucho, le pido que le enseñe a pialar, domar, marcar terneros,
arriar, hacienda, etc.
Bartolomé Mitre de unos
15 años, llevó de vuelta la siguiente carta a su padre donde Rosas decía: Mi
estimado amigo Mitre, este jovenzuelo ni bien llega a una sombra, se apea y se
pone a leer.
Usted sabrá
disculparme, pero soy un hombre de campo y un poco bruto pero este jovenzuelo
no me sirvió, ni me servirá nunca para nada.
Pescaba a orillas del
río de la Plata, allá por donde estaba "el barco", al concluir la
avenida Sarmiento, solo con un negrito, o acompañado de algún aficionado o de
algún héroe por fuerza. Para una broma más o menos pesada siempre estaba
dispuesto.
A Marco Antonio de
Arredondo lo hizo entrar en el río con botas de charol (él, Rosas, las llevaba
de goma); a Camargo, el célebre taquígrafo, le hizo tomarse veinte
"mates" seguidos, por los cuales le remitió al día siguiente veinte
mil pesos, y a Federico de la Barra, que se había cansado de andar guerreando
con los Madariaga, también le jugó una de las suyas, dejándolo sin sobretodo en
invierno.
En su estancia del Pino
son proverbiales las chanzas de que fueron víctimas muchos de sus amigos más
apreciados. A uno que tenía miedo de las víboras, estando durmiendo la siesta
bajo el pino, de donde la heredad traía el nombre; le 'Puso una víbora muerta
enroscada en el tobillo, y con una picana lo hincó, escondido detrás de una
carreta. El huésped dió un brinco de dolor, y al ver la víbora casi se muere de
susto. . . y Rozas reía hasta desternillarse... Ecce homo .. Compuesto cómico
de taumaturgo y augur, como cuando al nuncio apostólico, cuyos papeles conoce
porque la policía se encarga de sustraérselos por unos momentos, pretende
hacerle creer, y lo consigue, que en Roma tiene agentes segurísimos; Amalgama
heterogéneo de sensibilidad morbosa y de incoherencias psicológicas que no
quiere del mismo modo a su hija Manuelita (que no deja casar) que a su hijo
Juan, casado con Mercedes Fuentes; que respeta a su compadre T y pone en
ridículo a su compadre A; que quiere en extremo a su ministro Arana, var6n
honestísimo, y le pone de apodo Felipe Batata (así sólo lo denomina); que a uno
de sus jefes mimados, el que más confianza le inspira, hombre de honor, seguro,
valiente, le llama Angelito a secas, y a don Eusebio, "el loco" de la
Santa Federación, que trata como a persona grata, haciéndolo comer en su mesa,
le llama Su Excelencia, sin pedulcio de mortificarlo físicamente; que empobrece
a éste y enriquece a aquél; que confisca y le -manda cinco mil pesos a un
anciano de nombre histórico, cuyo hijo está emigrado, para que se compre ropa;
que castiga un pequeño abuso en un empleado y deja que contrabandee, en grande,
al capitán del puerto, en sociedad con un comerciante tucumano, amigo de
Urquiza y de Mitre después; que obliga a todos (pena de graves consecuencias) a
usar chaleco, divisa y cintillo colorados, y que deja en paz a su cuñado Saguí,
que sólo se pone chaleco blanco y divisa; que carece de espíritu de equidad
(aquí se manifiesta auténticamente la influencia misteriosa de la herencia
materna, que la naturaleza ha hecho no menos poderosa que la herencia paterna);
que tiene dos medidas para todo, para el civil, para el militar, para el
sacerdote, para los que lo sirven y para los que lo combaten; que es íntegro y
dispone de los dineros del Estado como de cosa propia, sin darse cuenta de que
las facultades extraordinarias, la suma del poder público, no son para eso,
sino para fines políticos; que pierde el tiempo en detalles minúsculos, casi
microscópicos; que antes de firmar el tratado Lépredour pasa una semana
probando plumas de gansos para que su letra y rúbrica lo dejen con la boca
abierta a Luis Felipe (todo era para ganar tiempo, porque esperaba noticias de
Río de Janeiro del ministro Guido, noticias que si eran como él las quería, no
firmaba, y si lo contrario, sí firmaba, más le valiera haber oído el consejo de
Guido que obtenía lo posible; que trata de loco a Urquiza, que está más cuerdo
que nunca, transformando al hombre de la India Muerta ; que al general
Mansilla, que días antes de la batalla de Caseros, le pedía que no saliera a
tomar el mando del ejército, creyéndolo incapaz, como lo era, de dirigir
veinticinco mil hombres, con reservas de indios pampas, lo despide
irónicamente, anticipándoles un propio a su mujer, con este mensaje: "Que
lo ponga en cura a su marido, porque está mal."
Lucio V. Mansilla,
Rozas.
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