JUAN MANUEL DE ROSAS
BREVE BIOGRAFÍA DE ESTE DISCUTIDO PRÓCER ARGENTINO |
martes, 23 de octubre de 2012
sábado, 13 de octubre de 2012
El General Quiroga va en coche al muere
El madrejón desnudo ya sin una sed
de agua
y una luna perdida en el frío del alba
y el campo muerto de hambre, pobre como una araña.
y una luna perdida en el frío del alba
y el campo muerto de hambre, pobre como una araña.
El coche se hamacaba rezongando la
altura;
un galerón enfático, enorme, funerario.
Cuatro tapaos con pinta de muerte en la negrura
tironeaban seis miedos y un valor desvelado.
Junto a los postillones jineteaba
un moreno.
Ir en coche a la muerte ¡qué cosa más oronda!
El general Quiroga quiso entrar en la sombra
llevando seis o siete degollados de escolta.
Esa cordobesada bochinchera y
ladina
(meditaba Quiroga) ¿qué ha de poder
con mi alma?
Aquí estoy afianzado y metido en la vida
como la estaca pampa bien metida en la pampa.
Aquí estoy afianzado y metido en la vida
como la estaca pampa bien metida en la pampa.
Yo, que he sobrevivido a millares
de tardes
y cuyo nombre pone retemblor en las lanzas,
no he de soltar la vida por estos pedregales.
¿Muere acaso el pampero, se mueren las espadas?
y cuyo nombre pone retemblor en las lanzas,
no he de soltar la vida por estos pedregales.
¿Muere acaso el pampero, se mueren las espadas?
Pero al brillar el día sobre
Barranca Yaco
hierros que no perdonan arreciaron sobre él;
la muerte, que es de todos, arreó con el riojano
y una de puñaladas lo mentó a Juan Manuel.
hierros que no perdonan arreciaron sobre él;
la muerte, que es de todos, arreó con el riojano
y una de puñaladas lo mentó a Juan Manuel.
Ya muerto, ya de pie, ya inmortal,
ya fantasma,
se presentó al infierno que Dios le había marcado,
y a sus órdenos iban, rotas y desangradas,
las ánimas en pena de hombres y de caballos.
se presentó al infierno que Dios le había marcado,
y a sus órdenos iban, rotas y desangradas,
las ánimas en pena de hombres y de caballos.
Jorge Luis Borges
(de Luna de enfrente)
(de Luna de enfrente)
jueves, 11 de octubre de 2012
Historia de Ángel Vicente Peñaloza
Ángel Vicente Peñaloza
Ángel
Vicente Peñaloza
|
|
Apodo
|
Chacho
|
Lealtad
|
|
|
|
Nacimiento
|
2 de
octubre de 1798
Guaja, La Rioja, Virreinato del Río de la Plata |
Fallecimiento
|
12
de noviembre de 1863
(65 años)
Olta, La Rioja, Argentina |
Ángel Vicente Peñaloza, apodado El Chacho, (n. Guaja (actual provincia de La Rioja), Virreinato del Río de la Plata, 2 de
octubre de 1798
– † Olta, 12
de noviembre de 1863)
fue un caudillo
y militar federal argentino,
uno de los últimos líderes de esa corriente alzados en armas contra el
centralismo de Buenos Aires.
|
Familia, infancia y juventud
Si
bien no se ha podido encontrar su acta bautismal, se deduce que nació en 1796 en Malanzán,
un pueblo de la Costa Alta de la Sierra de los Llanos, en el
sur de la actual provincia de La Rioja. Era el
hijo primogénito y legítimo de Juan Esteban Peñaloza y
Úrsula Rivero. Sus abuelos paternos eran Nicolás Peñaloza —un próspero
hacendado ganadero— y Melchora Agüero. Sus abuelos maternos eran Bernardo
Rivero, hijo de un portugués, y Mercedes Torres. Todos ellos eran miembros de
familias de largo arraigo e influyentes en la zona.
Fue
educado en sus primeros pasos por un tío abuelo, el prestigioso sacerdote Pedro
Vicente Peñaloza, que le puso de apodo "Chacho" —apócope de muchacho—
en los primeros años de su vida, ya que consta que éste falleció en 1801, es
decir cuando aquél tenia solo cinco años.
Se
casó en la Iglesia de Malanzán el 10 de julio de 1822 con Victoria Romero de Orihuela, con
la que tuvo tres hijos: dos de ellos fallecidos al poco tiempo de nacer, y Ana
Maria Peñaloza, quien no dejó descendencia. Además adoptaron a un huérfano,
hijo de un familiar llamado Indalecio Peñaloza, que se casó luego con Eudosia
Flores Vera.
Lugarteniente de Quiroga
Desde
joven fue oficial de milicias, bajo el mando de Juan Facundo Quiroga. En 1826 combatió con el
grado de capitán en la batalla de El Tala, en la que fue seriamente
herido por el ejército unitario de Gregorio Aráoz de La Madrid, tras esta
batalla fue ascendido a capitán de milicias.
Más
tarde fue uno de los principales jefes de escolta de Juan Facundo Quiroga, en la Batalla de Rincón de Valladares, en
La Tablada y en Oncativo. Después de esta derrota participó en
la reconquista de La Rioja para el partido federal, y se destacó en la Batalla de La Ciudadela —definitiva derrota
unitaria— en que capturó un cañón con su lazo y lo arrastró hasta sus filas.
Por este hecho, Quiroga le otorgó el rango de teniente mayor.
Desde
su regreso a La Rioja fue comandante del Departamento de Los Llanos.
Tras el asesinato de Quiroga, en 1836, colaboró en la invasión a La Rioja del gobernador de la
vecina Provincia de San Juan, Martín Yanzón. Fueron severamente derrotados.
La guerra contra Rosas
Fue
perdonado por el nuevo gobernador, Tomás
Brizuela, y cuando éste se unió a la Coalición del Norte contra -el también federal,
aunque porteño-
Juan Manuel de Rosas, en defensa de la
autonomía de su provincia, fue un importante apoyo.1
Los unitarios
le impusieron como segundo jefe al coronel Joaquín
Baltar, que resultó una pésima influencia. Apoyó la campaña de Juan
Lavalle en su provincia, y acompañó a Gregorio Aráoz de La Madrid —su antiguo
enemigo— en su campaña contra San Juan y Mendoza. En la batalla de Rodeo
del Medio, la influencia de Baltar le impidió combatir, y fue una de las
causas de la derrota. Tuvo que huir a Chile en 1841.
Al
año siguiente regresó como parte de una campaña organizada por los exiliados
unitarios desde Chile. Iba acompañado por Yanzón y el coronel Santos
de León. La campaña había sido pésimamente preparada, basada en falsas
noticias de sublevaciones contra Rosas; si bien el prestigio de Peñaloza les
permitió obtener algunos éxitos, esto provocó la reacción del gobernador de San
Juan, Nazario Benavídez, que lo persiguió hasta Tucumán y lo derrotó. De todas formas, Peñaloza
regresó a Los Llanos, donde fue derrotado por segunda vez por Benavídez, en Illisca; y por segunda vez huyó a Chile.
Dirigió
una segunda invasión en 1845 y derrotó al gobernador riojano. Pero, entendiendo
que su causa no tenía sentido, pidió y obtuvo protección de Benavídez. Éste lo
envió en 1848 —con el rango de comandante de milicias— a deponer al gobernador
riojano Vicente Mota. Tras lograr su
cometido, nombró en su lugar a Manuel Vicente Bustos, que
lo nombró comandante de Los Llanos.
Caudillo de las provincias cuyanas
Desde
1854 fue comandante
de armas de la provincia, y al año siguiente fue ascendido a general por el
presidente Urquiza. Era muy prestigioso entre los
gauchos humildes de La Rioja y las provincias vecinas, y se comportaba como uno
más de ellos, salvo cuando mandaba en el ejército. Ellos lo consideraban,
también, su protector, su abogado, el solucionador de los problemas de cada uno
de ellos.
En
octubre de 1858 fue
asesinado Nazario Benavídez por los partidarios del
gobernador Gómez. El presidente ordenó una intervención federal a la provincia, ordenando
a Peñaloza que la apoyara militarmente; no tuvo necesidad de combatir, pero
ocupó con sus montoneras
la ciudad de San Juan. Desde entonces
fue el hombre de confianza de Urquiza en la región.
En
enero de 1860 derrocó al gobernador Bustos, que se acercaba cada vez más a los
unitarios de Buenos Aires, y nombró en su lugar al coronel Ramón Ángel. Poco después fue
nombrado interventor federal de su provincia.
Después
de Pavón, en 1861, el interior del
país quedó abierto a los unitarios. Hacia Cuyo salió el coronel Ignacio
Rivas y hacia Catamarca el general Wenceslao
Paunero, que enviaron varias expediciones contra La Rioja. Mientras tanto,
Peñaloza ofreció mediar en la guerra entre los federales y unitarios del norte
del país. Pero a pedido del gobernador tucumano Celedonio Gutiérrez, se unió a éste; fueron
derrotados por los unitarios. Regresó a La Rioja, perseguido por sus enemigos,
que los derrotaron en varias batallas; los oficiales prisioneros eran
fusilados, mientras muchos soldados eran torturados y degollados. La represión
fue increíblemente feroz, y eso mismo dio fuerzas a los federales para seguir
luchando. El mismo Domingo Faustino Sarmiento aconsejaba:
Si Sandes mata gente, cállense la boca. Son animales
bípedos de tan perversa condición, que no sé qué se obtenga con tratarlos
mejor.
Pese
a su superioridad numérica y de movimientos (Peñaloza llegó reunir una fuerza
de 2 000 a 6 000 combatientes),2
Peñaloza fue derrotado repetidas veces por las tropas mitristas
mucho mejor y más modernamente armadas (armas a repetición, ametralladoras).
Tras sitiar la ciudad de San Luis, logró firmar un tratado de paz
llamado Tratado de La Banderita a principios de
1862, en que se le ofrecían garantías. Cuando llegó la hora de cambiar
prisioneros, se dice que Peñaloza entregó los suyos, pero no recibió ni uno:
todos sus hombres habían sido fusilados. En 1863, el gobernador puntano, Juan
Barbeito, repelió una nueva invasión de tropas leales a Peñaloza, unos
1 600 montoneros3
habían incursionado con éxito parcial en la zona norte de la provincia.
La derrota
Los
militares que debían hacer cumplir el tratado continuaron con la persecución a
los aliados de Peñaloza, por lo que este volvió a alzarse en armas en marzo de 1863. Logró varios
éxitos en San Luis, Córdoba, Catamarca y Mendoza, e incluso depuso
al gobernador riojano.
A
fines de marzo, el Chacho escribió al presidente Bartolomé
Mitre:
los gobernadores de estos pueblos, convertidos en verdugos de las
provincias... destierran y mandan matar sin forma de juicio a ciudadanos
respetables sin más crimen que haber pertenecido al partido federal... Los
hombres todos, no teniendo ya más que perder que sus existencia, quieren
sacrificarla más bien en el campo de batalla.
El
llamado a la lucha se hacía en nombre de Urquiza, con cuya ayuda contaban, pero
éste no apoyó en nada la revuelta, e incluso la condenó en público. El
gobernador Sarmiento, designado Director de la Guerra contra Peñaloza por el
Ministro de Guerra Gelly y Obes, escribió al presidente:
no economice sangre de gauchos, es lo único que tienen de humano.
Mitre
respondió:
Quiero hacer en La Rioja una guerra de policía. Declarando ladrones a
los montoneros, sin hacerles el honor de partidarios políticos, lo que hay que
hacer es muy sencillo.
Quedaban
fuera de la ley, y por consiguiente se los podía matar en cuanto se los
capturaba. Los oficiales del ejército nacional repitieron las masacres entre
los vencidos.
El
20 de mayo de 1863, las tropas del Chacho se enfrentaron en Lomas Blancas —en
Los Llanos— con un contingente de 600 hombres de infantería y caballería de las
fuerzas de Paunero, comandadas por Ambrosio
Sandes, Pablo Irrazábal, Ignacio Segovia y Julio
Campos.
Peñaloza
obtuvo una efímera victoria cuando el 10 de junio se produjo en Córdoba una
revolución, encabezada por el partido federal —apodado "ruso"— y los
liberales moderados, que depuso al gobernador Justiniano
Posse; éste había sido impuesto el año anterior por la fuerza de las armas
del ejército nacional comandado por Paunero. Convocado por los revolucionarios,
el Chacho entró a la ciudad de Córdoba el 14 de junio. Mientras tanto, Paunero
reunió un ejército de 3 000 hombres y marchó sobre él. Queriendo evitar
sufrimientos a la ciudad, Peñaloza salió a su encuentro en campo abierto, al
frente de 2 000 hombres.2
Fue derrotado el 28 de junio, en la Batalla de Las Playas sufriendo los
montoneros 300 muertos, un número no precisado de heridos y 720 prisioneros.
Los oficiales prisioneros fueron fusilados.
El
caudillo huyó a los Llanos, de allí al norte, hacia la Cordillera de los Andes, y por el oeste de
la provincia, nuevamente a los Llanos, donde reorganizó su montonera,
reclutando 2 000 gauchos.4
De esa forma destruyó los caballos de sus enemigos y los desorientó por
completo. Luego invadió la provincia de San Juan, donde estuvo a punto de tomar
la capital. Pero el coronel Irrazábal lo derrotó en Los Gigantes. Se estima
que unas mil personas murieron durante su última rebelión.5
El asesinato
El
vencedor lo persiguió hasta Los Llanos, y Peñaloza se rindió al comandante Ricardo Vera, entregándole su
puñal, la última arma que le quedaba. Una hora más tarde llegó Irrazábal y lo
asesinó con su lanza; a continuación hizo que sus soldados lo acribillaran a
balazos. Era el 12 de noviembre de 1863.
Su
cabeza fue cortada y clavada en la punta de un poste en la plaza de Olta. Una de sus orejas
presidió por mucho las reuniones de la clase "civilizada" de San Juan. Su esposa, Victoria Romero, fue obligada
a barrer la plaza mayor de la ciudad San Juan, atada con cadenas.
No se que pensaran de la ejecución del Chacho, yo inspirado en los
hombres pacíficos y honrados he aplaudido la medida precisamente por su forma,
sin cortarle la cabeza al inveterado picaro, las chusmas no se habrían
aquietado en seis meses.
Carta de Domingo Faustino Sarmiento a Bartolomé Mitre, 18
de noviembre de 1863.
Pocas
semanas más tarde, el poeta José Hernández publicó en un periódico entrerriano su Vida del Chacho, un
folleto en defensa del caudillo riojano, en que advertía a Urquiza que los
mismos que habían asesinado a aquél buscaban la oportunidad para asesinar al ex
presidente. Poco después, el poeta Olegario Víctor Andrade escribía en su
homenaje uno de sus poemas más bellos.
A
mediados del siglo XX, la provincia de La Rioja lo convertía oficialmente en un
héroe. En su facón,
que se exhibe en el Museo de Historia de La Rioja, puede leerse la inscripción
que definía su carácter: "Naides, más que naides, y menos que
naides".
jueves, 4 de octubre de 2012
La verdadera historia de caminito
Caminito
Letra:Gabino Coria Peñolaza (1881-1875
Caminito que el tiempo ha borrado,
que juntos un día nos viste pasar,
he venido por última vez,
he venido a contarte mi mal.
Caminito que entonces estabas
bordado de trébol y juncos en flor,
una sombra ya pronto serás,
una sombra lo mismo que yo.
Letra:Gabino Coria Peñolaza (1881-1875
Caminito que el tiempo ha borrado,
que juntos un día nos viste pasar,
he venido por última vez,
he venido a contarte mi mal.
Caminito que entonces estabas
bordado de trébol y juncos en flor,
una sombra ya pronto serás,
una sombra lo mismo que yo.
Desde que se fue
triste vivo yo,
caminito amigo,
yo también me voy.
Desde que se fue
nunca mas volvió,
triste vivo yo,
caminito amigo,
yo también me voy.
Desde que se fue
nunca mas volvió,
seguiré sus pasos,
caminito, adiós.
Caminito que todas las tardes
feliz recorrías cantando mi amor,
no le digas si vuelve a pasar
que mi llanto tu suelo regó.
Caminito cubierto de cardos,
la mano del tiempo tu huella borró;
yo a tu lado quisiera caer
y que el tiempo nos mate a los dos.
feliz recorrías cantando mi amor,
no le digas si vuelve a pasar
que mi llanto tu suelo regó.
Caminito cubierto de cardos,
la mano del tiempo tu huella borró;
yo a tu lado quisiera caer
y que el tiempo nos mate a los dos.
El poeta Gabino Coria Peñaloza, que vivía en
Peñas Blancas (La Rioja) enamorado de María, una profesora de música de Olta,
recorría el caminito de unos 2 Km. que lo llevaba a Olta, residencia de María.
La familia
de María, escadlizada por tal relación, la obligó a trasladarse a otro lugar
El tiempo que todo lo destruye;”sólo cenizas y
sombras”, acabó con el amor y Peñaloza compuso este poema al cual puso música
Juan de Dios Filiberto
Suscribirse a:
Entradas (Atom)