El Hombre
de Pekín1
(Homo erectus pekinensis)
es una subespecie
de Homo
erectus propia de China. Su nombre alude a que sus restos fósiles se descubrieron
al suroeste de Pekín,
en una cueva de la localidad de Zhoukoudian.2
Los restos fueron encontrados entre 1921 y 1937
y datan de hace entre 500 000 y 250 000 años. Es especialmente
popular porque en el momento de su descubrimiento fue considerado el primer
"eslabón perdido" que justificaba la teoría de la evolución.
El yacimiento de Zhoukoudian fue catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el año
1987.
El descubrimiento
Durante años los habitantes de la zona vendían a
los extranjeros toda suerte de dientes de aspecto extraño o antiguo, pretendiendo que eran
dientes de dragón,
y el azar se presentó cuando uno de estos dientes fue a dar a manos de un
científico sueco, quien, al estudiarlo, lo reconoció como perteneciente a un
mamífero extinto.
Se pesquisó el origen de ese diente y se estableció
que provenía de una cueva de Pekín. Las investigaciones comenzaron en 1921. De acuerdo con el
relato posterior de Otto Zdansky, que trabajaba para el geólogo Gohan Anderson, un habitante
de la zona llevó a los arqueólogos hasta lo que hoy en día se conoce como la
Colina del Hueso del Dragón, un lugar lleno de huesos fosilizados. Zdansky
comenzó su propia excavación y finalmente encontró huesos que parecían molares
humanos. En 1926 los
llevó a la Facultad de Medicina de Pekín, donde el anatomista
Davidson Black los analizó.
Posteriormente, publicaría su descubrimiento en la revista Nature, con el
nombre de Sinanthropus pekinensis (hombre chino de Pekín). Los primeros
especímenes de Homo erectus habían sido encontrados en Java
en 1891 por Eugène
Dubois. El hombre de Java fue inicialmente bautizado como
Pithecanthropus erectus pero más tarde fue transferido al género Homo.
La Fundación Rockefeller accedió a patrocinar
los trabajos en Zhoukodian. Hacia 1929, los arqueólogos chinos Yang
Zhongjian y Pei Wenzhong, y posteriormente Jia Lanpo,3
se hicieron cargo de la excavación. Durante los siguientes siete años
desenterraron fósiles de más de cuarenta especímenes de adultos, jóvenes y
niños, incluyendo seis bóvedas craneanas casi completas. Se cree que el lugar
era un sitio de enterramiento. El paleontólogo
Pierre Teilhard de Chardin y el antropólogo
Franz Weidenreich también participaron en los
descubrimientos.
La desaparición de los huesos
Réplica de los restos de 1929
(actualmente desaparecidos).
Las excavaciones terminaron en julio de 1937, cuando los japoneses
ocuparon Pekín durante la Segunda Guerra Sino-japonesa. Los
fósiles fueron puestos a salvo en el Laboratorio del Cenozoico de la Facultad
de Medicina. En noviembre de 1941, el secretario Hu Chengzi los envió a Estados Unidos para protegerlos de la inminente
invasión japonesa. Sin embargo, en el camino hasta la ciudad portuaria de Qinghuangdao,
desaparecieron, supuestamente a manos de un grupo de marines que los japoneses
habían capturado al comienzo de la guerra con Estados Unidos.
Se intentó encontrar los huesos pero sin resultado.
En 1972, el
financiero estadounidense Christopher Janus prometió
una recompensa de cinco mil dólares a cambio de los cráneos perdidos; una mujer
contactó con él pidiendo 500 000 dólares, pero no se volvió a saber más de
ella. Janus fue posteriormente acusado de desfalco. En julio de 2005, coincidiendo con
el sexagésimo aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno chino
estableció una comisión encargada de encontrar los fósiles.
Existen diversas conjeturas sobre qué ocurrió
realmente con los huesos, incluyendo la teoría de que se hundieron en el barco
japonés Awa Maru.
Cómo era el hombre de Pekín
Debido a la desaparición de los restos fósiles, los
investigadores posteriores sólo han podido contar con los moldes y los escritos
hechos por los descubridores. Así, se sabe que su capacidad craneana llegaba a
los 1075 cc, un 80% respecto de la de Homo sapiens, y que se trataba de
un cazador recolector.
El descubrimiento de restos animales junto a los
huesos y la evidencia del uso de fuego, para combatir el frío y para cocinar
los alimentos, y de herramientas de hueso y madera, fabricadas con otras de
piedra, sirvió para apoyar la teoría de que el H. erectus fue la primera
especie faber. Los análisis llevaron a la conclusión de que los fósiles
de Zhoukoudian y Java pertenecen a la misma etapa de la evolución humana. Este
es también el punto de vista oficial del Partido Comunista de China.
Sin embargo, esta interpretación cambió en 1985 cuando Lewis
Binford afirmó que el hombre de Pekín no era cazador, sino carroñero. En 1998, el equipo de
Steve Weirner en el Instituto Científico Weizmann llegó a la conclusión de que
no hay evidencia de que el hombre de Pekín usara el fuego.
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