Elisa Brown
Elisa nació el 31 de
octubre de 1810
en Inglaterra,
donde Guillermo Brown había contraído matrimonio con Elizabeth Chitty el año
anterior. Poco después su familia dejó Inglaterra para establecerse
definitivamente en Buenos Aires, donde en poco tiempo Brown se convirtió
en líder de la naciente Armada Argentina.
En 1826 se sumó a la flotilla dirigida por su padre
el joven marino británico Francisco Drummond, quien pronto se comprometió
en matrimonio con Elisa Brown, en ese entonces de sólo diecisiete años de edad.
En esos momentos la República Argentina se encontraba en guerra
con el Imperio de Brasil, cuya flota, muy superior en
número y poder de fuego bloqueaba el Río
de La Plata.
En la jornada del 7 de abril de 1827, el primer día de
la Batalla de Monte Santiago, Drummond, que
se encontraba al mando del Bergantín Independencia, fue herido por un
disparo que le voló una oreja.
El 8 de abril de 1827, segundo día de la
batalla, tras 48 horas de combate, el Independencia había perdido a la
mitad de su dotación entre muertos y heridos, tenía ya buena parte de sus
cañones fuera de combate mientras que los restantes estaban prácticamente
inutilizables y carecía por completo de munición, por lo que Brown ordenó a
Drummond a las 16:00 horas que evacuara y diera fuego al casco del buque, pero
no obstante su tripulación se resistió a abandonar el navio y Drummond decidió
acompañar la decisión.
Drummond dejó al mando al teniente Roberto Ford y
partió con el único bote aún disponible a buscar municiones en los otros
buques. Lo acompañó su segundo Shannon, dado que él estaba herido y no sabia si
lo acompañarían las fuerzas. Siempre bajo fuego enemigo, fue primero hasta el Bergantín República pero en este apenas quedaba
munición, por lo que siguió bajo fuego hasta la Goleta
Sarandí, al mando de su amigo el capitán John Halsted Coe, pero apenas
pisó la cubierta, el impacto directo de una bala de cañón de a 24 le dio en el
costado derecho, a la altura del fémur, hiriéndolo de muerte.1 Murió a
las diez de la noche, tras tres horas de agonía.
El día 9 de abril a las tres y media de la
madrugada, la Goleta Sarandí pudo finalmente arribar al puerto de Buenos Aires
transportando a los sobrevivientes y el cuerpo de Drummond. Francisco Drummond
fue velado en la Comandancia de Marina y con el pesar de todo Buenos Aires fue
enterrado en el Pequeño Cementerio del Socorro.
Ante la tragedia, la joven Elisa enloqueció. El 27
de diciembre de ese mismo año, ocho meses después de la muerte de su prometido,
a las 05:30 p.m. según una carta escrita por Juan Ramón Balcarce, fue a bañarse en el Canal
de las Balizas del río en compañía de su hermano menor Eduardo y se ahogó en uno de los
"pozos", cerca de la quinta de Mateo Reid, amigo del Almirante Brown.
Fue enterrada en el Cementerio Británico de Disidentes(1821-1833) de la Iglesia del Socorro junto
con Francisco Drummond, pero con posterioridad sus restos fueron trasladados al
Cementerio de la Recoleta.
Su padre que estaba embarcado fue notificado del
hecho mediante una nota enviada por el Comandante General de la Marina Matías de Irigoyen. Ya había perdido a dos
hijos: uno de recién nacido y el otro de dos años de edad. Dicen que su padre
nunca se repuso de la tragedia. Guillermo Enrique Hudson contaba haberlo
visto muchos años después como un fantasma, vestido de negro y parado en la
puerta de su casa, mirando fijamente a la distancia.2
La leyenda convirtió a Elisa en una heroína trágica
y a su muerte3
en un suicidio por desdicha. Hoy una plazoleta del barrio porteño de Barracas, (en la intersección de la Avenida
Martín García y Ruy Díaz de Guzmán) la recuerda.
En el Panel 43 de la Avenida del Campo (Cementerio
Británico de Elcano) se encuentra la placa de mármol. Su leyenda, en inglés dice “Victim of the
treacherous wave/This marble o’er thy lowly grave/Thy mournful parents
raise/Who whilst they weep thy helpless fate/And early virtues contemplate/Gods
dispensations praised”.
El British Packet concluyó el obituario de
Eliza con las siguientes palabras: Dios quiera que puedan crecer las
violetas en su tumba.
Pedro Ignacio Blomber le dedicó una poesía a tan
trágica muerte.
Horacio
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