Juan Galo de Lavalle
momento en el
cual cambió su apellido a "Lavalle" para desprenderlo de su origen
francés, algo muy común entre los jóvenes patriotas de la época.
Donde se casó
con la joven Dolores Correa.
Cruzó l
Cordiller De Los Andes
conocido como
el "León de Riobamba". Tuvo también relevante participación en
la batalla de Pichincha, que aseguró la
independencia de ese país.
Participó en la
a las órdenes
de Rudecindo Alvarado, la que terminaría con
consecuencias desastrosas. Todo el ejército tuvo que ser reembarcado, y hubiese
sido masacrado en la operación si no fuera por las cargas de caballería con que
Lavalle protegió la maniobra. En el viaje de vuelta su buque naufragó, y aunque
lograron llegar a la costa, la sed estuvo a punto de acabar con sus vidas.1
Fue ascendido a
coronel tras su regreso a Lima, pero tuvo serias desavenencias con Simón Bolívar, por su propio carácter independiente.
Regreso
a la Argentina
que gobernaba
esa provincia con apoyo del partido federal. Fue gobernador
interino por seis días, el tiempo que le tomó organizar una elección de dudosa
legitimidad,2
en que fue electo como nueva autoridad Juan de Dios Correas, pariente de su esposa.
Como una premonición, ese fue el único movimiento militar violento que ocurrió
en todo el país ese año de 1824.
Regresó a
Buenos Aires,
La
Guerra del Brasil
A su regreso fue incorporado a la
guerra del Brasil, como jefe del regimiento de coraceros;hizo
la campaña sobre Río Grande do Sul y venció en los combates de Bacacay (abatiendo una columna de 1.200 hombres
con fuerzas menores) y Ombú.
Unos días más tarde, utilizando una arriesgada maniobra, logró una parte
importante de la victoria en la batalla de Ituzaingó,
de febrero de 1827, arrollando a las
fuerzas del general brasileño Abreu, y ganando su ascenso a general.
Luchó también en el combate de Camacuá, en el que fue herido en un
brazo.
La herida le
permitió una breve licencia en Buenos Aires, donde tomó contacto con los
líderes del partido unitario, que lo convencieron de unirse a
ellos para derrocar al gobernador Dorrego. Tanto los líderes unitarios como
Lavalle, de tendencia liberal, detestaban a Dorrego, por la tendencia de éste a
favor de las clases populares.3
Regresó a Uruguay, hasta
que, firmada la paz con el Imperio del Brasil, llevó el ejército a Buenos
Aires. Los oficiales de esta fuerza estaban molestos con Dorrego por haber
firmado una paz desventajosa, olvidando que habían sido la actitud del ministro
de Rivadavia,
Manuel José García — que había firmado un
tratado aún peor — y las presiones inglesas las que habían forzado a Dorrego a
aceptar la independencia de Uruguay. Los mismos unitarios que habían iniciado
el camino hacia ese desenlace culpaban al gobernador por las consecuencias de
sus decisiones.4
La
revolución unitaria
Fue invitado
por Julián Segundo de Agüero, Salvador María del Carril y otras figuras
del partido unitario a ponerse al frente de una revolución contra el
gobernador. Entre las cosas que se acordaron, estaba la muerte de Dorrego si se
resistía. El 1 de diciembre de 1828 derrocó al
gobernador, que se retiró hacia el interior de la provincia, y se hizo elegir
gobernador por una asamblea de partidarios en el atrio de una iglesia.
Aclararon que no era una revolución, sino la recuperación de sus derechos por
el pueblo]
Disolvió la
legislatura, reemplazándola por un consejo consultivo de notables, y desterró a
los federales más reconocidos, como Juan Ramón Balcarce,
Dorrego se unió
al general Rosas y trató de defenderse, pero fue derrotado en la batalla de Navarro; unos días después, el
coronel Mariano
Acha lo traicionó y entregó a Lavalle. Mientras éste esperaba al
prisionero, todos los notables escribieron a Lavalle, destacándose las cartas
de Del Carril y Juan Cruz Varela, que reclamaban la cabeza de Dorrego.
La ejecución de
Dorrego pesaría sobre la conciencia de Lavalle el resto de su vida. Del Carril
le aconsejó mentir, levantando un acta falsa de un supuesto sumario previo, y
todos los que lo habían aconsejado negaron más tarde su participación.
La carta
fechada el 12 de diciembre de 1828 decía, entre otras cosas:
"...La
prisión del General Dorrego es una circunstancia desagradable, lo conozco; ella
lo pone a usted en un conflicto difícil. La disimulación en este caso después
de ser injuriosa será perfectamente inútil al objeto que me propongo. Hablo del
fusilamiento de Dorrego. Hemos estado de acuerdo en ella antes de ahora. Ha
llegado el momento de ejecutarla. Prescindamos del
Corazón
en este caso.
La Ley es que una revolución es un juego de azar, en
la que se gana
la vida de los vencidos cuando se cree necesario disponer de ella. Haciendo la
aplicación de este principio, de una evidencia práctica, la cuestión me parece
de fácil resolución. Si usted, general, la aborda así, a sangre fría, la
decide; si no, yo habré importunado a usted; habré escrito inútilmente, y lo
que es más sensible, habrá usted perdido la ocasión de cortar la primera cabeza
de la hidra, y no cortará usted las restantes. Nada queda en la República para
un hombre de corazón."
Todas estas
cartas fueron mantenidas en secreto hasta mediados del siglo XX.Lavalle, por su
parte, asumió toda la responsabilidad por lo realizado.
Como Rosas
se había refugiado en Santa Fe, Lavalle decidió invadirla, mientras
enviaba refuerzos a luchar contra varios caudillos menores en el sur de Buenos
Aires. La campaña resultó insólitamente sanguinaria, con más de mil muertos.
Lavalle intentó
convencer a San Martín, que había regresado a su país, de
que asumiera el gobierno de la provincia. Pero éste, en una nota que entrega a
sus emisarios, le constestó que "los medios que me han propuesto no me
parece tendrán las consecuencias que usted se propone". Y sugiere rendirse
a los de López y Rosas: "Una sola víctima que pueda economizar al país le
será de un consuelo inalterable". Indignado por la guerra civil que
Lavalle había provocado, prefirió volver al exilio.
Sin otra
salida, Lavalle se dirigió al cuartel general de Rosas,
recostándose en
su catre de campaña a esperarlo, ya que el mismo se encontraba ausente al
momento de su visita. A la mañana siguiente, Lavalle y Rosas firmaron la Convención de Cañuelas,
que estipulaba
que se llamaría a elecciones, en la que se presentaría una lista de unidad
entre federales y unitarios. No obstante lo acordado, el general Alvear se presentó con una lista unitaria
autónoma, con la que venció a la de unidad a costa de un escandaloso fraude y
43 muertos.Ante el reclamo de Rosas, Lavalle anuló las elecciones y poco
después ambos firmaron el Pacto de Barracas,
que asumió el 26 de
agosto. Poco después, Lavalle se retiró a Uruguay y en diciembre Rosas
asumió como gobernador de la provincia.
En la
Banda Oriental
RIO
JORDAN
en una invasión a la provincia de Entre
Ríos. En un principio tuvieron éxito, pero López Jordán asumió el gobierno
y se pronunció por los federales; ante el inesperado giro, Lavalle regresó a
Uruguay. Realizó un nuevo intento de ocupación el año siguiente, pero ni
siquiera llegó a entrar en la provincia.
que provocó la
caída de Oribe, forzándolo a exiliarse en Buenos Aires.
A pesar de
haberse pronunciado varias veces en oposición la intervención de Francia
en contra de
Rosas, en 1839 se
puso al frente de un grupo de oficiales que se instaló en la isla Martín García, bajo protección francesa.
Con una amplia alianza a su favor en contra de Rosas, Lavalle debió elegir
entre llevar la guerra a Buenos Aires o hacia el norte. A pesar de que estalló
una revolución que contaba con él en el sur de Buenos Aires, decidió por el
contrario invadir Entre Ríos. Poco después, la revolución de los Libres
del Sur era destruida en la batalla de Chascomús
y sus restos se
unieron a Lavalle.
La
Campaña de 1840
Acompañado por
varios jefes prestigiosos, entre los cuales se contaba su jefe de estado mayor,
Martiniano Chilavert, desembarcó en Entre Ríos
y venció al coronel Zapata en la batalla de Yeruá.
Sorprendido
porque el pueblo de Entre Ríos no se lanzaba a sus brazos, se trasladó a Corrientes, donde su gobernador Pedro
Ferré lo nombró comandante del Ejército Provincial.
Organizó sus
fuerzas en forma de montoneras informes, sin disciplina ni preparación, unidas
solamente por el prestigio de su jefe. Tal decisión le valió la desconfianza de
los federales, y varias discusiones con los otros jefes unitarios.5
En febrero de 1840 invadió Entre Ríos
y enfrentó al gobernador Pascual
Echagüe en dos batallas: en Don Cristóbal resultó vencedor,
pero no logró destruir el ejército enemigo. En la batalla de Sauce Grande fue derrotado, pero
esta vez fue Echagüe quien lo dejó escapar. Se embarcó en la flota francesa,
con la que se trasladó a la provincia de Buenos Aires, desembarcando en San Pedro.
Obtuvo el apoyo
de algunos estancieros unitarios, pero pronto fue cercado por las fuerzas
federales. Tras lograr algunos éxitos menores, que le hicieron ganar tiempo,
acampó cerca de la capital, esperando el pronunciamiento popular en su favor.
Pero el recuerdo del asesinato de Dorrego provocaba el rechazo de las
poblaciones que se suponía que deberían haberlo apoyado. Tras varias semanas de
inacción, en las que el ejército de Rosas se fortaleció enormemente, retrocedió
buscando enfrentar al gobernador de Santa Fe, Juan Pablo López; éste se hizo perseguir de cerca,
llevándolo cada vez más lejos de Buenos Aires.
Todos sus
amigos y casi todos los historiadores lo censuraron por eso,6 pero
el hecho es que fue allí, junto a Buenos Aires, que se dio cuenta que no podía
ganar esa guerra. Simplemente, porque la opinión pública estaba a favor de sus
enemigos.7
8
La
campaña final, de Buenos Aires a Jujuy
Ocupó la ciudad
de Santa Fe, donde tomó prisionero al general Eugenio
Garzón. Allí perdió la mayor parte de sus caballos, y también se enteró de
que los franceses habían llegado a un acuerdo con Rosas. Es por esto que
decidió llevar la guerra al interior del país, donde la Coalición del Norte controlaba seis provincias
opositoras a Rosas. Acordó con el general Lamadrid (quien ocupaba Córdoba), que se
encontrarían en el límite entre las dos provincias, y partió hacia allí.
Al mando del
ejército federal quedó el ex presidente oriental Oribe, que lo persiguió de tal
forma que no pudo unirse a Lamadrid en fecha, viéndose a su vez impedido de dar
aviso sobre su retraso, lo que llevó a Lamadrid a abandonar el punto de
encuentro. La desinteligencia fue fatal, y Lavalle resultó derrotado por Oribe
en la batalla de Quebracho Herrado, el 28 de
noviembre de 1840.
Lavalle y
Lamadrid se retiraron hacia el norte, tiempo durante el cual el segundo
organizaba un nuevo ejército en su provincia, para lo que Lavalle entretuvo a
Oribe montando una campaña de distracción en la provincia de La Rioja; mientras
tanto, sus seguidores Mariano Acha y José María Vilela fueron derrotados en Machigasta
y San Cala. Desde La Rioja regresó a Tucumán,
dejando a Lamadrid la responsabilidad de llevar una campaña a Cuyo.
Al frente de
1.500 hombres enfrentó a los 2.500 de Oribe en la batalla de Famaillá, la que resultó en una
derrota para el ejército unitario y significó el fin de la Coalición del Norte.
Si bien nunca lo supo, pocos días después Lamadrid era destrozado en la batalla de Rodeo del Medio, en Mendoza.
Mausoleo
del General Lavalle en el Cementerio de la Recoleta.
Huyó a Salta, donde pensaba entablar una resistencia de
guerrillas;
pero los correntinos que había traído sin permiso de Ferré lo abandonaron y
regresaron a su provincia a través del Chaco.
Esto lo decidió a retroceder hacia la ciudad de San Salvador de Jujuy.
El 9 de octubre
de 1841, los federales dieron con la casa donde se encontraba Lavalle y
dispararon a la puerta. Una de las balas atravesó la cerradura e hirió de
muerte a Lavalle, quien murió más tarde ese mismo día.
Los federales
ordenaron la búsqueda del cuerpo para decapitarlo y exhibir su cabeza en una
pica. Pero los unitarios lograron hacerse de los restos de su líder, cubrirlos
con una bandera argentina y un poncho, y luego dirigirse al norte, a través de
la Quebrada de Humahuaca.
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Juan Galo de Lavalle
momento en el
cual cambió su apellido a "Lavalle" para desprenderlo de su origen
francés, algo muy común entre los jóvenes patriotas de la época.
Donde se casó
con la joven Dolores Correa.
Cruzó l
Cordiller De Los Andes
conocido como
el "León de Riobamba". Tuvo también relevante participación en
la batalla de Pichincha, que aseguró la
independencia de ese país.
Participó en la
a las órdenes
de Rudecindo Alvarado, la que terminaría con
consecuencias desastrosas. Todo el ejército tuvo que ser reembarcado, y hubiese
sido masacrado en la operación si no fuera por las cargas de caballería con que
Lavalle protegió la maniobra. En el viaje de vuelta su buque naufragó, y aunque
lograron llegar a la costa, la sed estuvo a punto de acabar con sus vidas.1
Fue ascendido a
coronel tras su regreso a Lima, pero tuvo serias desavenencias con Simón Bolívar, por su propio carácter independiente.
Regreso
a la Argentina
que gobernaba
esa provincia con apoyo del partido federal. Fue gobernador
interino por seis días, el tiempo que le tomó organizar una elección de dudosa
legitimidad,2
en que fue electo como nueva autoridad Juan de Dios Correas, pariente de su esposa.
Como una premonición, ese fue el único movimiento militar violento que ocurrió
en todo el país ese año de 1824.
Regresó a
Buenos Aires,
La
Guerra del Brasil
A su regreso fue incorporado a la
guerra del Brasil, como jefe del regimiento de coraceros;hizo
la campaña sobre Río Grande do Sul y venció en los combates de Bacacay (abatiendo una columna de 1.200 hombres
con fuerzas menores) y Ombú.
Unos días más tarde, utilizando una arriesgada maniobra, logró una parte
importante de la victoria en la batalla de Ituzaingó,
de febrero de 1827, arrollando a las
fuerzas del general brasileño Abreu, y ganando su ascenso a general.
Luchó también en el combate de Camacuá, en el que fue herido en un
brazo.
La herida le
permitió una breve licencia en Buenos Aires, donde tomó contacto con los
líderes del partido unitario, que lo convencieron de unirse a
ellos para derrocar al gobernador Dorrego. Tanto los líderes unitarios como
Lavalle, de tendencia liberal, detestaban a Dorrego, por la tendencia de éste a
favor de las clases populares.3
Regresó a Uruguay, hasta
que, firmada la paz con el Imperio del Brasil, llevó el ejército a Buenos
Aires. Los oficiales de esta fuerza estaban molestos con Dorrego por haber
firmado una paz desventajosa, olvidando que habían sido la actitud del ministro
de Rivadavia,
Manuel José García — que había firmado un
tratado aún peor — y las presiones inglesas las que habían forzado a Dorrego a
aceptar la independencia de Uruguay. Los mismos unitarios que habían iniciado
el camino hacia ese desenlace culpaban al gobernador por las consecuencias de
sus decisiones.4
La
revolución unitaria
Fue invitado
por Julián Segundo de Agüero, Salvador María del Carril y otras figuras
del partido unitario a ponerse al frente de una revolución contra el
gobernador. Entre las cosas que se acordaron, estaba la muerte de Dorrego si se
resistía. El 1 de diciembre de 1828 derrocó al
gobernador, que se retiró hacia el interior de la provincia, y se hizo elegir
gobernador por una asamblea de partidarios en el atrio de una iglesia.
Aclararon que no era una revolución, sino la recuperación de sus derechos por
el pueblo]
Disolvió la
legislatura, reemplazándola por un consejo consultivo de notables, y desterró a
los federales más reconocidos, como Juan Ramón Balcarce,
Dorrego se unió
al general Rosas y trató de defenderse, pero fue derrotado en la batalla de Navarro; unos días después, el
coronel Mariano
Acha lo traicionó y entregó a Lavalle. Mientras éste esperaba al
prisionero, todos los notables escribieron a Lavalle, destacándose las cartas
de Del Carril y Juan Cruz Varela, que reclamaban la cabeza de Dorrego.
La ejecución de
Dorrego pesaría sobre la conciencia de Lavalle el resto de su vida. Del Carril
le aconsejó mentir, levantando un acta falsa de un supuesto sumario previo, y
todos los que lo habían aconsejado negaron más tarde su participación.
La carta
fechada el 12 de diciembre de 1828 decía, entre otras cosas:
"...La
prisión del General Dorrego es una circunstancia desagradable, lo conozco; ella
lo pone a usted en un conflicto difícil. La disimulación en este caso después
de ser injuriosa será perfectamente inútil al objeto que me propongo. Hablo del
fusilamiento de Dorrego. Hemos estado de acuerdo en ella antes de ahora. Ha
llegado el momento de ejecutarla. Prescindamos del
Corazón
en este caso.
La Ley es que una revolución es un juego de azar, en
la que se gana
la vida de los vencidos cuando se cree necesario disponer de ella. Haciendo la
aplicación de este principio, de una evidencia práctica, la cuestión me parece
de fácil resolución. Si usted, general, la aborda así, a sangre fría, la
decide; si no, yo habré importunado a usted; habré escrito inútilmente, y lo
que es más sensible, habrá usted perdido la ocasión de cortar la primera cabeza
de la hidra, y no cortará usted las restantes. Nada queda en la República para
un hombre de corazón."
Todas estas
cartas fueron mantenidas en secreto hasta mediados del siglo XX.Lavalle, por su
parte, asumió toda la responsabilidad por lo realizado.
Como Rosas
se había refugiado en Santa Fe, Lavalle decidió invadirla, mientras
enviaba refuerzos a luchar contra varios caudillos menores en el sur de Buenos
Aires. La campaña resultó insólitamente sanguinaria, con más de mil muertos.
Lavalle intentó
convencer a San Martín, que había regresado a su país, de
que asumiera el gobierno de la provincia. Pero éste, en una nota que entrega a
sus emisarios, le constestó que "los medios que me han propuesto no me
parece tendrán las consecuencias que usted se propone". Y sugiere rendirse
a los de López y Rosas: "Una sola víctima que pueda economizar al país le
será de un consuelo inalterable". Indignado por la guerra civil que
Lavalle había provocado, prefirió volver al exilio.
Sin otra
salida, Lavalle se dirigió al cuartel general de Rosas,
recostándose en
su catre de campaña a esperarlo, ya que el mismo se encontraba ausente al
momento de su visita. A la mañana siguiente, Lavalle y Rosas firmaron la Convención de Cañuelas,
que estipulaba
que se llamaría a elecciones, en la que se presentaría una lista de unidad
entre federales y unitarios. No obstante lo acordado, el general Alvear se presentó con una lista unitaria
autónoma, con la que venció a la de unidad a costa de un escandaloso fraude y
43 muertos.Ante el reclamo de Rosas, Lavalle anuló las elecciones y poco
después ambos firmaron el Pacto de Barracas,
que asumió el 26 de
agosto. Poco después, Lavalle se retiró a Uruguay y en diciembre Rosas
asumió como gobernador de la provincia.
En la
Banda Oriental
RIO
JORDAN
en una invasión a la provincia de Entre
Ríos. En un principio tuvieron éxito, pero López Jordán asumió el gobierno
y se pronunció por los federales; ante el inesperado giro, Lavalle regresó a
Uruguay. Realizó un nuevo intento de ocupación el año siguiente, pero ni
siquiera llegó a entrar en la provincia.
que provocó la
caída de Oribe, forzándolo a exiliarse en Buenos Aires.
A pesar de
haberse pronunciado varias veces en oposición la intervención de Francia
en contra de
Rosas, en 1839 se
puso al frente de un grupo de oficiales que se instaló en la isla Martín García, bajo protección francesa.
Con una amplia alianza a su favor en contra de Rosas, Lavalle debió elegir
entre llevar la guerra a Buenos Aires o hacia el norte. A pesar de que estalló
una revolución que contaba con él en el sur de Buenos Aires, decidió por el
contrario invadir Entre Ríos. Poco después, la revolución de los Libres
del Sur era destruida en la batalla de Chascomús
y sus restos se
unieron a Lavalle.
La
Campaña de 1840
Acompañado por
varios jefes prestigiosos, entre los cuales se contaba su jefe de estado mayor,
Martiniano Chilavert, desembarcó en Entre Ríos
y venció al coronel Zapata en la batalla de Yeruá.
Sorprendido
porque el pueblo de Entre Ríos no se lanzaba a sus brazos, se trasladó a Corrientes, donde su gobernador Pedro
Ferré lo nombró comandante del Ejército Provincial.
Organizó sus
fuerzas en forma de montoneras informes, sin disciplina ni preparación, unidas
solamente por el prestigio de su jefe. Tal decisión le valió la desconfianza de
los federales, y varias discusiones con los otros jefes unitarios.5
En febrero de 1840 invadió Entre Ríos
y enfrentó al gobernador Pascual
Echagüe en dos batallas: en Don Cristóbal resultó vencedor,
pero no logró destruir el ejército enemigo. En la batalla de Sauce Grande fue derrotado, pero
esta vez fue Echagüe quien lo dejó escapar. Se embarcó en la flota francesa,
con la que se trasladó a la provincia de Buenos Aires, desembarcando en San Pedro.
Obtuvo el apoyo
de algunos estancieros unitarios, pero pronto fue cercado por las fuerzas
federales. Tras lograr algunos éxitos menores, que le hicieron ganar tiempo,
acampó cerca de la capital, esperando el pronunciamiento popular en su favor.
Pero el recuerdo del asesinato de Dorrego provocaba el rechazo de las
poblaciones que se suponía que deberían haberlo apoyado. Tras varias semanas de
inacción, en las que el ejército de Rosas se fortaleció enormemente, retrocedió
buscando enfrentar al gobernador de Santa Fe, Juan Pablo López; éste se hizo perseguir de cerca,
llevándolo cada vez más lejos de Buenos Aires.
Todos sus
amigos y casi todos los historiadores lo censuraron por eso,6 pero
el hecho es que fue allí, junto a Buenos Aires, que se dio cuenta que no podía
ganar esa guerra. Simplemente, porque la opinión pública estaba a favor de sus
enemigos.7
8
La
campaña final, de Buenos Aires a Jujuy
Ocupó la ciudad
de Santa Fe, donde tomó prisionero al general Eugenio
Garzón. Allí perdió la mayor parte de sus caballos, y también se enteró de
que los franceses habían llegado a un acuerdo con Rosas. Es por esto que
decidió llevar la guerra al interior del país, donde la Coalición del Norte controlaba seis provincias
opositoras a Rosas. Acordó con el general Lamadrid (quien ocupaba Córdoba), que se
encontrarían en el límite entre las dos provincias, y partió hacia allí.
Al mando del
ejército federal quedó el ex presidente oriental Oribe, que lo persiguió de tal
forma que no pudo unirse a Lamadrid en fecha, viéndose a su vez impedido de dar
aviso sobre su retraso, lo que llevó a Lamadrid a abandonar el punto de
encuentro. La desinteligencia fue fatal, y Lavalle resultó derrotado por Oribe
en la batalla de Quebracho Herrado, el 28 de
noviembre de 1840.
Lavalle y
Lamadrid se retiraron hacia el norte, tiempo durante el cual el segundo
organizaba un nuevo ejército en su provincia, para lo que Lavalle entretuvo a
Oribe montando una campaña de distracción en la provincia de La Rioja; mientras
tanto, sus seguidores Mariano Acha y José María Vilela fueron derrotados en Machigasta
y San Cala. Desde La Rioja regresó a Tucumán,
dejando a Lamadrid la responsabilidad de llevar una campaña a Cuyo.
Al frente de
1.500 hombres enfrentó a los 2.500 de Oribe en la batalla de Famaillá, la que resultó en una
derrota para el ejército unitario y significó el fin de la Coalición del Norte.
Si bien nunca lo supo, pocos días después Lamadrid era destrozado en la batalla de Rodeo del Medio, en Mendoza.
Mausoleo
del General Lavalle en el Cementerio de la Recoleta.
Huyó a Salta, donde pensaba entablar una resistencia de
guerrillas;
pero los correntinos que había traído sin permiso de Ferré lo abandonaron y
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a orillas de un arroyo, descarnaron el cuerpo
semi podrido del general, envolvieron las partes blandas en una bolsa de cuero,
y las enterraron cerca de la Capilla de la
Inmaculada Concepción. El corazón fue colocado en un recipiente con
aguardiente, sus huesos lavados y puestos en una caja con arena seca, y su cabeza
guardada en un recipiente con miel para facilitar su manejo y posterior
escondite de los federales. Los restos fueron llevados a Potosí, donde
fueron recibidos con grandes honores por el Gobierno boliviano, y
finalmente inhumados.
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Inmaculada Concepción. El corazón fue colocado en un recipiente con
aguardiente, sus huesos lavados y puestos en una caja con arena seca, y su cabeza
guardada en un recipiente con miel para facilitar su manejo y posterior
escondite de los federales. Los restos fueron llevados a Potosí, donde
fueron recibidos con grandes honores por el Gobierno boliviano, y
finalmente inhumados.