miércoles, 19 de diciembre de 2012



Manuela Sáenz


Criticada, denigrada e ignorada y desterrada por sus contemporáneos y aún décadas después de su muerte, sólo a mediados del siglo XX Manuela Sáenz empezó a ser reivindicada como heroína y prócer en la gesta de la independencia o como precursora del feminismo en América Latina. En todo caso, casi dos siglos después de su muerte, es un personaje que continúa aún despertando odios o amores y ocasionando debates y controversias.

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Biografía

Matrimonio y conspiración libertadora

En diciembre de 1816, Manuela, a la edad de 19 años, conoció en Quito a James Thorne, acaudalado médico inglés veintiséis años mayor que ella, y Simón Sáenz, su padre, como era costumbre en la época y por razones de conveniencia, pactó su boda para julio de 1817. La boda se celebró en Lima, entonces capital del Virreinato del Perú, ciudad que no conocía

las condiciones «ilegítimas» de su nacimiento, por lo cual Manuelita fue aceptada en el ambiente aristocrático de la ciudad virreinal como ya había sucedido con Rosa Campuzano,



la guayaquileña con quien Manuela hizo gran amistad y se involucró de lleno en actividades políticas, en una evidente atmósfera de descontento con las autoridades españolas, en la cual las mujeres ejercían una gran influencia en los círculos virreinales para conseguir empleos a sus padres, esposo e hijos, por lo que estaban informadas de los acontecimientos en el virreinato, siendo esta una de las razones que explican la decidida participación femenina en los movimientos revolucionarios, apoyando la causa de Bolívar por liberar la Nueva Granada y de San Martín por independizar el Perú. En este ambiente, Manuela contribuyó decididamente en el cambio del Batallón Numancia, del cual formaba parte su hermano José María, hacia las filas patriotas.

Por sus actividades pro independentistas, San Martín, luego de haber tomado Lima con sus milicianos y proclamado su independencia el 28 de julio de 1821, le concedió a Manuela el título de Caballeresa de la Orden El Sol del Perú.

En 1821, a raíz de la muerte de su tía materna, Manuela decidió regresar al Ecuador, para reclamar su parte de la herencia de su abuelo materno, y viajó con su medio hermano, entonces oficial del batallón Numancia, ya integrado al ejército libertador con el nombre de Voltígeros de la Guardia y bajo las órdenes del general Antonio José de Sucre, que había recibido la orden de trasladarse a Quito.

Encuentro con Bolívar

Durante la entrada triunfal de Simón Bolívar a Quito,

el 16 de junio de 1822, Manuela Sáenz de Thorne lo ve por primera vez, en un evento narrado por ella en su diario de Quito:
Cuando se acercaba al paso de nuestro balcón, tomé la corona de rosas y ramitas de laureles y la arrojé para que cayera al frente del caballo de S. E.; pero con tal suerte que fue a parar con toda la fuerza de la caída, a la casaca, justo en el pecho de S. E. Me ruboricé de la vergüenza, pues el Libertador alzó su mirada y me descubrió aún con los brazos estirados en tal acto; pero S. E. se sonrió y me hizo un saludo con el sombrero pavonado que traía a la mano.
Manuela Sáenz.
En un encuentro posterior, en el baile de bienvenida al Libertador, él le manifiesta: «Señora: si mis soldados tuvieran su puntería, ya habríamos ganado la guerra a España». Manuela y Simón Bolívar se convirtieron en amantes y compañeros de lucha durante ocho años, hasta la muerte de éste en 1830.

Los años turbulentos


Retrato de Manuela Sáenzy Simón Bolivar.
En 1823 Manuelita acompañó a Bolívar al Perú y estuvo a su lado durante buena parte de las campañas, participando en ellas activamente, hasta culminar la gesta libertadora cuando se radicaron en la ciudad de Santa Fé de Bogotá.
Thorne en varias ocasiones pidió a Manuela que volviera a su lado. La respuesta de Manuela fue contundente: seguiría con Bolívar y daba por finalizado su matrimonio con el inglés. En alguna ocasión, consultada sobre el rompimiento con su marido, Manuelita expresó que no podía amar a un hombre que reía sin reír, que respiraba pero no vivía y que le generaba las más agrias repulsiones. Este comportamiento "indecente" para una mujer de la época marcó un antecedente de autodeterminismo en la mujer en una época donde eran reprimidas por una sociedad que las anulaba completamente; en este acto esta quizás una de las características más interesantes de este personaje histórico.

La libertadora del libertador

Durante su estancia en Santa Fé de Bogotá, el 25 de septiembre de 1828, Bolívar fue objeto de un intento de asesinato, frustrado gracias a la valiente intervención de Manuelita. Los enemigos de Bolívar habían conjurado para darle muerte aquella noche de septiembre. Al entrar al Palacio de San Carlos (hoy día sede de la Cancillería de Colombia), frente al Teatro Colón, Manuela se da cuenta del atentado, y se interpone a los rebeldes, con el fin de que Bolívar tuviera tiempo de escapar por la ventana. En conmemoración de estos hechos en esta casa se colocó una placa con las siguientes palabras:
"SISTE PARUMPER SPECTATOR GRADUM / SI VACAS MIRATORUS VIAM SALUTIS
QUA SESE LIBERAVIT / PATER SALVATORE PATRIAE / SIMON BOLIVAR / IN NEFANDA NOCTE SEPTEMBRINA
AN MDCCCXXVIII"1
"DETENTE, ESPECTADOR, UN MOMENTO / Y MIRA EL LUGAR POR DONDE SE SALVÓ / EL PADRE Y
LIBERTADOR DE LA PATRIA / SIMÓN BOLÍVAR / EN LA NEFANDA NOCHE SEPTEMBRINA
1828"
Por estas acciones, Bolívar mismo la llamó la Libertadora del Libertador.

Exilio y muerte

Después de que su dimisión a la presidencia fuera aceptada, Bolívar abandonó la capital el 8 de mayo de 1830 y falleció en diciembre en la ciudad de Santa Marta




producto de la tuberculosis, sumiendo a Manuela en la desesperación. En 1834, el gobierno de Francisco de Paula Santander destierra a Manuela de Colombia y ella parte hacia el exilio en la isla de Jamaica.

 Regresa a Ecuador en 1835, pero no alcanza a llegar a Quito: cuando se encontraba en Guaranda, su pasaporte fue revocado por el presidente Vicente Rocafuerte, por lo que decidió instalarse en el pueblo de Paita,


al norte del Perú.2 Allí fue visitada por varios ilustres personajes, como el patriota italiano Giuseppe Garibaldi,

el escritor peruano Ricardo Palma

Y Rafael Alberdi




(que se basó en sus relatos para redactar parte de sus Tradiciones peruanas) o el venezolano Simón Rodríguez. Durante los siguientes 25 años se dedicó a la venta de tabaco, además de traducir y escribir cartas a los Estados Unidos de parte de los balleneros que pasaban por la zona, de hacer bordados y dulces por encargo.

En 1847, su esposo murió asesinado, siendo incapaz de cobrar ni siquiera los 8000 pesos de la dote entregada por su padre al momento de su matrimonio.
Manuela falleció el 23 de noviembre de 1856, a los 59 años de edad, durante una epidemia de difteria que azotó la región.3 Su cuerpo fue sepultado en una fosa común del cementerio local y todas sus posesiones, para evitar el contagio, fueron incineradas, incluidas una parte importante de las cartas de amor de Bolívar y documentos de la Gran Colombia que aún mantenía bajo su custodia. Manuela entregó a O’Leary gran parte de documentos para elaborar la voluminosa biografía sobre Bolívar, de quien Manuela dijo: «Vivo adoré a Bolívar, muerto lo venero».

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